Francisco Calvo Serraller

Encrucijada

Si como parece etimológicamente, el termino castellano “libre” es un derivado semiculto del adjetivo latino “liber-a-um”, mientras que “libro”procede del sustantivo también latino “liber-libri”, el cual originariamente significaba “corteza”, no cabe olvidar esta similitud entre ambas, ni las que las relaciona asimismo con el sobrenombre “Liber” adjudicado al dios Baco, ese campeón de la disipación. No soy filólogo capaz de razonar esta convergencia de un vocablo de tan divergentes significados, pero si eventualmente los enlazo, es porque casan poéticamente de manera muy oportuna para la fotografía en general y para las fotografías que nos presenta Paz Juristo, que representan imágenes de libros desde una ambigua perspectiva simbólica y física; esto es: el libro como memoria y como corteza, lo que contiene su significado como aleccionador y lo que implica como su soporte material lígneo, la madera.

Con tan solo lo apretadamente apuntado, habría tema par aun largo ensayo, aquí por completo fuera de lugar, pero es una sugerencia provechosa para el caso, no solo porque Paz Juristo ha abordado simultáneamente este asunto en su obra, sino porque, al hacerlo, resume la historia de la fotografía y la trastueca; es decir: la lleva al límite. Ya desde casi su invención, la fotografía se emplazó entre su obvio valor documental y su aspiración a ser una obra de arte, y, aunque hoy nadie le niega esta versatilidad, no hemos podido superar esta dicotomía, ni si quiera desde el punto de vista social de su efecto estético de dispersión –orgiástica y, por tanto báquica, dicho sea de paso- que anunció Benjamin para ella y para los restantes medios de reproducción técnica de la imagen.

Con un montaje de metacrilato pegado a una caja lacada y con una impresión sobre papel de algodón hecho mano sobre madera centenaria de pino, combinando lo vítreo y lo orgánico, Paz Juristo se ha arriesgado en efecto, a estirar hasta el límite las posibilidades de la fotografía como testimonio y como arte, como contenido y como forma, algo que también concierne, por su parte, al libro, con lo que, como antes se ha enunciado no solo remonta la historia de la fotografía desde su inicio, sino también la de la misma historia del arte de la pintura, que ya, en pleno siglo XVII, se planteó como higienizada imagen óptica y como materia táctil, tal y como así lo apreciamos confrontando, por ejemplo, las formas de hacer de Vermeer y Rembrandt. Esta dialéctica entre la transparencia y lo Orgánico, que es asimismo de la luz como claridad conceptual y como amasada materia refractaria es, a ala vez, la que se impone entre lo maquinal y lo manual, entre la repetición y lo singular, y, en fin, entre lo que implica una mirada como visión cognitiva, de un simple vistazo, que es de suyo dispersa o disipada, y como reconocimiento, que requiere atención, una second sight.

Lo que ahora nos presenta Paz Juristo es fruto, en efecto, de esta exploración de extremos, que ella ha interpretado de manera singular, porque, por una parte, ha vitrificado lo orgánico, el libro, al fin y al cabo, como antes se apuntó etimológicamente, un producto lígneo, una corteza, mientras que, por otra, ha dado apariencia pictórica a la fotografía, y esto último, no sol mediante el color, sino haciendo que la impresión tuviera como soporte un papel de algodón hecho a mano, cuya textura encima se riza y se abarquilla. Por si fuera poco, en ambos casos, al tratar las obras correspondientes en tres dimensiones, ha transformado estas imágenes en esculturas, con lo que el deslizamiento intergenérico se complica aún más, radicalizando la apuesta.

En cualquier caso, hay, como quien dice, muchas más tela que cortar en esta operación de Paz Juristo, tanto desde el punto de vista simbólico, que, por su riqueza, resulta aquí inabordable, como desde el punto de vista de la historia del arte, pues, aunque esta divergencia entre la higienización de la imagen frente a su tradicional tratamiento táctil se adivina ya en la pintura holandesa del siglo XVII, también ha tenido reviviscencia en el arte de la segunda mitad del siglo XX, como así dramáticamente lo pusieron en evidencia, sobre todo, Rauschenberg y Jasper Jones al objetualizar la pintura. De esta manera, aunque no le falten precedentes a la obra actual de Paz Juristo, no se le debe restar un ápice de ambición a esta joven artista, pues hace falta tenerla para emplazarse en esta encrucijada en la que transita, con una perspectiva agónica como la de quien atisba un abismo, y sin temor al riesgo, se vuelca en ello, abarcando disipadamente todos sus límites y sin dejar de prestar al asunto una concentrada atención.